lunes, 14 de marzo de 2011

La monarquía corrupta de Arabia Saudita. Las princesas que no salen en los cuentos.



Cuando Estados Unidos comience a comercializar el petróleo iraquí, las repercusiones alcanzarán a todos los países productores y podrían significar un golpe mortal para la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petroleo). Otra posible afectada será la voluminosa y corrupta monarquía que gobierna Arabia Saudita, aliada de los intereses estadunidenses, pero sacrificable


Principe Mutaib de Arabia saudita, nieto del rey Faisal.
 Arabia Saudita tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo y también de príncipes y princesas; éstas son más o menos 5 mil. Todos los príncipes, 15 mil, ocupan cargos públicos y viven del erario, es decir, de las ventas del petróleo, con un lujo que ríanse de Las mil y una noches. Y cómo no si son dueños del 60% del petróleo del mundo. Tanto dinero y tanto poder los ha corrompido. Cada miembro de la familia real Al Saud, recibe cerca de 30 mil dólares al mes, para sus chicles, más los negocios sucios que hacen con empresas trasnacionales, sin mencionar el robo, la corrupción y el desvío de fondos de proyectos oficiales.


La familia real se reproduce a una velocidad impresionante ya que el Islam permite a los hombres tener cuatro esposas, siempre y cuando las puedan mantener, más los hijos que Alá les mande. El rey padre, el rey Fahd, tuvo un ataque cardiaco en 1995 que lo incapacitó para gobernar, así que dicha tarea recayó en Abdulah, el príncipe heredero. Ambos tienen muy mala salud, así que los príncipes están muy nerviosos por la sucesión.


La dinastía Saudita siempre se ha presentado como el Guardián del Verdadero Islam y de los Lugares Santos. La casa real dirige uno de los regímenes islámicos ortodoxos más fundamentalistas del mundo árabe y no le piden nada a los talibanes.

Su intento es exportar su rígida versión del Islam, el wahabismo, al resto del mundo con apoyo financiero a movimientos wahabistas. La casa real también apoya generosamente a muchas instituciones y mezquitas en países occidentales, pero la presencia de soldados norteamericanos en tierra santa, la estrecha relación con Estados Unidos (que apoya tanto a Israel) afecta la legitimidad de la casa real, que tiene una oposición islámica muy radical. Las críticas más duras vienen de un aristócrata saudí, Osama Bin Laden y de la FBI.


Supuestamente la vida de todo musulmán debe ser regida por el Islam, sin embargo los aristócratas saudíes rompen todas las reglas y prohibiciones, entregados a lujos y excesos pecaminosos; en cambio la policía religiosa vigila que se cumplan las estrictas normas en la vida pública y privada de la población. Por ejemplo, la policía religiosa vigila que las mujeres no salgan solas a las calles, que siempre estén acompañadas por un varón de su familia, que no lleven el rostro descubierto, que no entren a los lugares prohibidos para las mujeres (que son casi todos los locales), y un largo etcétera.



La población tan pobre como ferviente es testigo de las intrigas palaciegas, de la corrupción, de los codazos y piquetes de ojo por obtener el poder de quienes deberían poner el ejemplo.

Arabia Saudita es el país con los lugares sagrados del Islam. Allá está la Meca en cuya dirección los mahometanos rezan cinco veces al día. Todo musulmán tiene la obligación de ir, por lo menos una vez en su vida a la Meca. Por cierto, los de San Juan Chamula, Chiapas, ya hicieron su viaje financiado por Arabia Saudita.
Muy cerca de los lugares santos, Estados Unidos tiene sus bases militares desde donde se ataca o por lo menos monitorea a otros países islámicos. Esto, para el pueblo saudita es inadmisible y es ferozmente antioccidental. La gente ve a sus aristócratas como títeres gringos. Los movimientos político-religiosos fundamentalistas del mundo árabe tienen como principal enemigo a Israel y al gobierno norteamericano.


Sin el apoyo norteamericano, la familia real saudi no podría mantenerse en el poder.

 
Lo único que le interesa a los EU es el petróleo saudí y no pude permitirse una revolución islámica en el mayor de los países árabes. Los príncipes están entre la cimitarra y la pared y tratan de quedar bien con occidente y con su pueblo. Según los conocedores y estudiosos del tema, algunos príncipes pagan por protección a los grupos radicales: A cambio de financiamiento para Al Qaeda y Hamas, no hay revueltas en Arabia Saudita.

Los príncipes se negaron a dar información al FBI sobre los 15 sauditas (de 19 secuestradores) que participaron en los cuatro avionazos del 19 de septiembre del 2001. También financiaron a los mujaidines afganos que en los ochenta pelearon contra la entonces URSS.
Osama Bin Laden

Arabia Saudita es un país clave "en la lucha contra el terrorismo" porque irónicamente su gobierno es aliado fiel norteamericano, semillero y vivero de movimientos fundamentalistas radicales. Después de todo, la dinastía saudita, Bin Laden y Saddam Hussein, fueron creados por Occidente.


Mientras Arabia Saudita sea miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sea el principal surtidor de petróleo a Estados Unidos, los gringos tendrán que aguantarle lo que sea a los príncipes saudis. Una desestabilización o golpe de Estado, de esos que EU ha organizado en Latinoamérica, allá no funcionaría y correrían el riesgo de que el país se convirtiera en un segundo Irán.
                        


La Guerra del Golfo fue para salvar a Kuwait y de paso a la monarquía de Arabia Saudita y desde entonces las tropas norteamericanas se quedaron, no sólo para acorralar a Saddam Hussein, sino para salir al rescate de los príncipes en caso necesario.


Estados Unidos no es un aliado confiable para la monarquía; en el momento oportuno los dejará a su suerte o los asesinará, todo depende de que tan rápido los gringos puedan comercializar el petróleo iraquí. Ya levantado el programa petróleo por alimentos, el oro negro iraquí será comercializado por compañías angloamericanas (en las que los príncipes saudíes y los ministros de Bush padre son socios), al margen de la OPEP, sin la intervención de la ONU, de tal manera que el petróleo iraquí inundará el mercado bajando drásticamente los precios, lo cual significará una puñalada de muerte no sólo para la OPEP y Arabia Saudita sino para todos los países que viven de las exportaciones petroleras, como México.

Mientras tanto, tendremos más noticias de bombazos y atentados terroristas en la tierra de Mahoma.




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lanzado el 14/07/2003 0:00 -
 Autor: Marta Duran de Huerta -
Fuente: jornada.unam.mx/mas-duran.html